Washington no funcionó este jueves a pleno rendimiento. Más de 65 restaurantes permanecieron cerrados y centenares de empleados en tiendas y establecimientos no acudieron al trabajo. Se celebraba el Día Sin Inmigrantes, que cumplió su objetivo: demostrar lo necesarios que son los inmigrantes —en gran parte, latinos— para el funcionamiento diario de Washington, donde más del 20% de la población es extranjera.
La protesta se extendió por otras ciudades de Estados Unidos, como Nueva York, Filadelfia o Houston, y adquirió mayor relevancia este año por la llegada del nuevo presidente, Donald Trump, cuyas primeras semanas en la Casa Blanca han confirmado la fuerte retórica antiinmigrante que ya anunció durante la campaña electoral. En menos de un mes, el republicano ha ordenado la construcción de un muro en la frontera con México, aprobado un veto migratorio contra siete países de mayoría musulmana, e impulsado redadas en ciudades de todo el país para deportar a aquellos que residen ilegalmente, la mayoría de los cuales son hispanos.
Según datos del Migration Policy Institute, los inmigrantes forman en torno al 14% (45 millones de personas) de la población de EE UU. De ellos, la mitad provienen de países latinoamericanos. En el mercado laboral, los inmigrantes componen el 17% y sus empleos se condensan en el sector servicios, sobre todo restaurantes, hostelería y pequeños establecimientos. “El hombre anaranjado (en referencia a Trump) quiere deshacerse de nosotros”, dice una mujer hispana y organizadora social en Washington, “pero somos la columna vertebral de este país”.
En Mount Pleasant, un tranquilo barrio latino del norte de la capital, muchos vecinos estaban en huelga y sus negocios permanecían cerrados. Varios de ellos tenían pósters pegados en sus puertas y ventanas con el lema “Unámonos todos” y reivindican, “Señor presidente, sin nosotros y sin nuestro aporte este país se paraliza”. En el centro cristiano La Casa, madres, padres e hijos aprovechan el día libre para asistir a una reunión con una orientadora social, que ofrece instrucciones sobre cómo actuar ante las posibles redadas de las autoridades de inmigración.
“Desde que entró el nuevo presidente Trump creo que nosotros, los latinos, no dormimos tranquilos ni un día”, dice Julia Flores, salvadoreña que vive a pocas calles y lleva 18 años en Washington. “Es importante salir a la calle hoy, no trabajar, y demostrarle al presidente Trump que un día sin latinos es una pérdida para el país”, añadía mientras los asistentes se preparan para iniciar una manifestación hacia la Casa Blanca.
Pero no todos tienen la misma visión. Al otro lado de la calle, Anivar Gómez, uno de los empleados salvadoreños del restaurante “Pollo Sabroso”, observa a los manifestantes desde el mostrador. “El jefe no está aquí así que no le pudimos pedir participar en las protestas”, comenta Gómez. “Nosotros siempre apoyamos a nuestra gente, de manera directa o indirecta. Espero que la marcha de sirva”, dice. Dos locales más abajo, el dueño del “Mercado Salvadoreño” prefería no hablar. “No tengo mucho que decir sobre eso”, comenta desinteresado sobre el Día Sin Inmigrantes.
Restaurantes
Por toda la ciudad, más de 65 restaurantes, tanto estadounidenses como hispanos, permanecieron cerrados en señal de apoyo. Entre ellos, el chef español, José Andrés, cerró varios de sus conocidos locales en Washington en señal de apoyo a los latinos. “En solidaridad con los muchos inmigrantes que empleamos, muchos de nuestros restaurantes en la zona de Washington permanecerán cerrados”, según un comunicado de su conglomerado ThinkFood.
Busboys and Poets, un popular restaurante de comida americana, notificaba con un cartel pegado a cada uno de sus ventanales: “Apoyamos a nuestra comunidad”. La empresa cerró sus tres restaurantes en Washington. Sweetgreen, una cadena de restaurantes de ensaladas, cerró sus 18 sucursales en la capital.
En Nueva York, el Blue Ribbon Sushi estaba cerrado a cal y canto a la hora del almuerzo. “Estamos al 100% con nuestros empleados, tanto si son inmigrantes como si han nacido en América, estén cara al público o en la parte de atrás”, rezaba un cartel a la puerta. “Cuando unos trabajadores que no han perdido un día de trabajo en casi 25 años vienen a ti y te piden un día libre para manifestarse contra la injusticia, la respuesta es fácil”, añadía.
El local pertenece a una empresa de varios restaurantes en la ciudad que también se sumaron a la protesta, un acto que, con todo, fue más simbólico que masivo. La mayor parte de restaurantes de Manhattan, con una altísima proporción de extranjeros empleados en ellos, funcionaba con normalidad, pese a que Nueva York es una de las ciudades más contestatarias con las políticas migratorias de Trump.Fuente:ElPais